El Ejército de Liberación Popular chino, una organización envuelta en el secretismo, abrió parcialmente sus puertas a las miradas ajenas para mostrar sus equipamientos y el entrenamiento de sus reclutas más jóvenes, unos soldados sonrientes que presumían de robots que bailaban al ritmo del “Waka-Waka”.
En una inusual visita abierta a los periodistas chinos y extranjeros antes del aniversario de la fundación del Ejército, que se cumple el próximo 1 de agosto, la institución trató de rebajar la tensión en un momento en que se la acusa de expansionismo, de ciberespionaje y tras haber visto caer, por prácticas corruptas, al general retirado Xu Caihou.
Por supuesto hubo tanques, disciplina y duro entrenamiento, pero los responsables dejaron ver cómo los jóvenes estudian, se divierten y conviven, como si de una universidad se tratara, en la Academia de Ingeniería de las Fuerzas Armadas de Pekín, situada en el suroeste de la capital.
“El desarrollo de las fuerzas armadas está en línea con el desarrollo del país”, señaló el máximo responsable de la Academia Xu Hang, preguntado por las suspicacias de los países vecinos y de Estados Unidos por el cada vez más potente aparato militar chino.
En los últimos tres años, el presupuesto de defensa en China ha crecido más de un 11,5 por ciento de media anual, por encima de su economía (8,2 por ciento de media en el mismo periodo), y se ha situado en los 808.000 millones de yuanes en 2014 (131.000 millones de dólares, 97.000 millones de euros al cambio de hoy).
“No es necesario señalar a un enemigo o a un oponente para el desarrollo del propio Ejército”, argumentó Xu en referencia a la inversión.
Los más jóvenes del complejo, que empiezan su preparación tras superar el “Gaokao” -la selectividad china-, combinan la preparación física con clases de ingeniería industrial y mecánica para ser capaces, cuatro años después, de manejar un tanque o de participar en el diseño y la construcción de nuevos equipamientos.
Hoy, en un tour guiado por las instalaciones, desde los cargos más altos hasta los reclutas más jóvenes respondían en tono distendido y pacientemente a las preguntas de los periodistas, que preguntaban por su vida diaria, por sus aspiraciones y hasta por si tenían novia.
Todo esto para dar más humanidad a una organización con más de dos millones de efectivos que, según los analistas, todavía ostenta un gran poder político y económico en el país y cuyo máximo líder es el presidente chino, Xi Jinping.