Hoy me he puesto a comprobar dónde están hechas las cosas que tengo sobre mi escritorio. Ordenador: Made in China, Móvil: Made in China; Disco externo: Assembled in Thailand; Calculadora (ya un poco vieja): Made in Malaysia; Teléfono fijo: Made in China. Vaya, que todo está hecho en Asia, y la mayoría de las cosas en China. Este tipo de comprobaciones son las que nos hacen concluir que aquí ya no fabricamos nada, que toda la producción se traslada a Asia, y que China se está convirtiendo en la fábrica del mundo.
Sin embargo, ¿realmente todo lo que pone Made in China está hecho en China? Los teléfonos móviles nos ofrecen un buen ejemplo para responder a esta pregunta. Yuqing Xing, profesor de economía en la National Graduate Institute for Policy Studies de Tokio, se tomó el trabajo de analizar de dónde provenían los componentes del iPhone, el icono de los teléfonos móviles. El iPhone se produce en las plantas que la empresa Foxconn tiene en China. Sin embargo, lo que se hace realmente en China es ensamblar los diferentes componentes que llegan de otros países. Por ejemplo, el mayor proveedor de componentes es la empresa japonesa Toshiba, que suministra la memoria flash y la pantalla táctil; el segundo proveedor es una empresa alemana que suministra un chip que permite realizar y recibir llamadas; el tercer proveedor es, curiosamente, Samsung que suministra el chip que permite hacer funcionar las aplicaciones que instalamos en los móviles; y finalmente, diferentes empresas de Estados Unidos suministra los componentes para captar la señal Wifi. Cuando el iPhone sale de China rumbo a Estados Unidos tiene un coste de producción final de 178,96$. Pues bien, lo que China ha sumado al coste de fabricación solamente asciende a 6,50$. Es decir, solamente el 4% del Made in China está realmente hecho en China.
Debido al enorme déficit comercial que Estados Unidos tiene con China, algunos políticos estadounidenses proponen que se tomen medidas drásticas para cerrar esta brecha. Sin embargo, el ejemplo de la producción de los iPhones pone de manifiesto que el déficit comercial con China es pequeño; el verdadero déficit comercial se produce con Japón, Alemania y Corea del Sur, los suministradores más importantes de los componentes del teléfono móvil. Una de las medidas que se proponen para reducir el déficit es que el gobierno chino aprecie el yuan con relación al dólar; con esta apreciación los productos chinos serán más caros y, por tanto, los estadounidenses comprarán menos productos fabricados en China. Sin embargo, el ejemplo de los iPhone nos muestra que esta medida tendría una eficacia muy escasa. Por ejemplo, una apreciación del 50% del yuan con relación al dólar solamente elevaría en 3,25$ el coste de fabricación del iPhone. No creo que este aumento en el precio redujese dramáticamente las ventas de los iPhone.
Hay otras lecciones que podemos extraer de este ejemplo. Una pregunta que nos podríamos hacer es la siguiente: si lo costes de ensamblaje tienen un peso tan pequeño en el coste de fabricación del iPhone, ¿es necesario trasladar todo el proceso a China? En opinión de Apple sí. Aparte de los costes laborales, China tiene otras ventajas muy importantes. En primer lugar, más de 700.000 personas trabajan en las fábricas chinas donde se ensamblan los diferentes productos de Apple. Para supervisar las operaciones de estos trabajadores hace falta un gran número de ingenieros y China es uno de los pocos países que cuenta con ellos. En segundo lugar, China es capaz de responder de forma muy rápida a los cambios que se introducen en el proceso de producción. Por ejemplo, según explicaba un reportaje del New York Times, Apple modificó el proceso de fabricación del iPhone seis semanas antes de que éste saliera al mercado. El cristal que se iba utilizar para el iPhone se rayaba fácilmente, cosa que ponía de los nervios a Steve Jobs. Para solucionarlo, primero encontraron una empresa en Estados Unidos que fabricaba un cristal ultrarresistente. Enviaron este cristal a China, donde lo cortaron al tamaño requerido para el iPhone. Una vez preparado este material lo enviaron a la empresa donde se iba realizar el ensamblaje final. Para cumplir con la fecha de salida al mercado, despertaron a medianoche a 8000 trabajadores que se pusieron a ensamblar el iPhone, alcanzando rápidamente un ritmo de producción de 10000 iPhones al día.
Otra de las moralejas que podemos extraer de este ejemplo es que todavía hay muchos componentes que los chinos no saben hacer y que se fabrican en Japón, Alemania, Corea del Sur o Estados Unidos. Si nos especializamos en algunos de estos nichos, caracterizados por un uso intensivo de la tecnología y una alta complejidad, podremos ser competitivos y contribuir al Made in China and partly in the Basque Country. Finalmente, si el coste de fabricación de un iPhone ronda los 180$ y su precio de venta (sin subvenciones de las compañías de telefonía) es de 600$, el margen bruto es superior a los 400$. Esto pone de manifiesto que las verdaderas ganancias son para quien diseña productos muy innovadores y diferenciados.