Dos prohibiciones han hecho saltar las alarmas y muestran cómo el gigante de Asia pretende dominar la red
Juan Scaliter.
Esta semana se han conocido dos noticias que hacen pensar que China busca adueñarse de internet. Al menos de puertas para adentro. Por un lado, el Gobierno estadounidense ha denegado al fabricante de microchips Intel vender decenas de miles de sus últimos chips a China, que tenían el propósito de actualizar el ordenador Tianhe-2.
Este superordenador utiliza 80.000 microchips Intel Xeon para generar una capacidad de 33 petaflops, es decir 33 mil billones de operaciones por segundo. De acuerdo con la organización Top 500, que controla las supercomputadoras más potentes del planeta, la Tianhe-2 lleva dos años como la más potente del mundo. Para hacerse una idea de la capacidad de este ordenador, un «petaflop» equivale a 1.000 millones de operaciones por segundo. Si un ser humano realizara una operación matemática por segundo, tardaría 31 millones de años. Si lo hubiera empezado en la era Cenozoica, cuando los Alpes comenzaron a elevarse y los ancestros de los modernos caballos, perros y simios entraban en escena, hubiera terminado este año.
El primer ordenador que alcanzó el «petaflop» de operaciones fue el Roadrunner, de IBM, en 2009. Costó 120 millones de dólares. Y a los cinco años ya era obsoleto. China pretende elevar la capacidad de Tianhe-2 de 33 a 110 «petaflops», una actualización que dependía, en gran medida, de los chips de Intel. Algo a lo que Estados Unidos se opuso señalando que el ordenador se utilizaría para «actividades de explosivos nucleares».
¿Puede oponerse Estados Unidos a una exportación de una empresa privada? Sí. En el apartado de exportaciones tecnológicas se contempla que no se dará permiso a aquellas que sean usadas en «el diseño, desarrollo o fabricación de armas nucleares». Al mismo tiempo, Intel ha firmado con el Gobierno de Estados Unidos un contrato de unos 150 millones de euros para construir el superordenador Aurora, del Laboratorio Nacional Argonne, en Illinois. Cuando Aurora esté en funcionamiento, será capaz de un rendimiento de 180 «petaflops». Algo que ocurrirá, como muy pronto, en dos años. ¿Qué ocurrirá con China? Probablemente éste sea el impulso que precisa la casi desconocida tecnología de microchips china para despegar y ser autosuficiente. La prohibición de venta, en este caso, puede terminar haciendo honor a aquel dicho de «es peor el remedio que la enfermedad». China puede convertirse, en la próxima década, en una nación con una producción de chips customizados a sus necesidades y valores, que no tenga que mantener tratos en este área comercial con nadie. Y esto tiene mucho que ver con la segunda noticia de la semana. A finales de marzo China comenzó a realizar una campaña en internet. Para evitar que sus ciudadanos visitaran páginas web foráneas, se inundaba de tráfico los sitios que los chinos utilizan para acceder a páginas prohibidas por el Gobierno. De este modo era imposible acceder a las páginas vetadas. Esto lo conseguían mediante su propio filtro de la red, conocido como Great Firewall. Pero, de acuerdo con una investigación de las universidades de Berkeley y la de Toronto, también recurren a una nueva herramienta, que se ha dado a conocer como «Great Cannon», Gran Cañón. Según los investigadores, «Great Cannon» le permite a China interceptar el tráfico extranjero que llega al país e introducir un código malicioso y redirigirlo para que Beijing pueda estudiarlo y decidir si es «apto».Y esto lo podía hacer a gran escala. «Great Cannon» se utilizó, por ejemplo, para impedir que Baidu (el «google chino») recibiera publicidad o tráfico web. Baidu es uno de los 10 sitios más visitados del planeta. Así, en primera instancia, los científicos admiten que China utiliza un software para bloquear el tráfico que llega a su país. Pero también señalan que existe una capacidad de mayor peso. «Great Cannon» puede ser una herramienta para espiar en cualquier ordenador que haya visitado una página china o una de cualquier país que tenga una publicidad de esta nación. Los expertos reconocen que el sistema es muy similar al que utilizó la Agencia de Seguridad Nacional (NSA por sus siglas en inglés) y que fue denunciada por Edward Snowden, «un precedente que hace que sea muy difícil para los gobiernos occidentales realizar quejas sobre censura o espionaje, cuando han utilizado técnicas similares», señala Bill Marczak, de la Universidad Berkeley, en el informe.
El primer temor de Marczak es que se «utilice este sistema para atacar a los usuarios de internet, en particular, a los disidentes, sin que éstos tengan conocimiento de que están siendo espiados. La única forma que tienen los usuarios y las empresas de evitar esto es que todo el tráfico que circule por la red sea encriptado. Dicho llanamente, si no lo está, no solo permitirá el espionaje, sino que se convertirá en un vehículo para realizar ataques».
En el escenario que exhibe la conjunción del ordenador más potente del planeta y de un programa capaz de redirigir el tráfico de internet, es decir, tener una ciberlanza y un ciberescudo, puede que el espionaje sea la menor de las preocupaciones. La mayor sería la capacidad de utilizar la ingeniería inversa para producir o desarrollar lo que otros están llevando a cabo. Lo que hoy conocemos como piratería china, e invade la música, las películas o la moda, puede que sea sólo la antesala para las copias tecnológicas más avanzadas.
Fuente: larazon