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Un hombre chino sin familia escenifica su propio funeral para ver cuánta gente asiste

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Un hombre sin familia escenifica su propio funeral para ver cuánta gente asiste.
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No hay nada mejor que morirse para recibir una oleada de piropos y buenas palabras. Al fin y al cabo, siempre se van los mejores y tú eres ese vecino que siempre saludaba, buen profesional de lo suyo y mejor persona. Deseoso de recibir tanto cariño sin necesidad de estirar la pata, Zhang Deyang decidió simular su propio funeral.

Este peculiar vecino de Shandong, en China, tiene solo 66 años y, hasta hace unos días, una inmensa curiosidad por saber de primera mano qué éxito tendría su despedida de este mundo. Para salir de dudas, Deyang no escatimó en gastos a la hora de organizar su falso funeral: gastó 16.000 yenes (algo más de 2.200 euros) para montar un tinglado que, en realidad, no era sino una trampa para sus escasos parientes.

Zhang Deyang nunca se casó y no tiene hijos. Sin familia directa, su mayor preocupación a estas alturas de la vida no es otra que su propio poder de convocatoria cuando pase a mejor vida. Sus temores estaban justificados. A la hora de la verdad, de los 60 parientes lejanos a los que invitó acudieron 40. Con los 20 que se escaquearon ya ajustará cuentas cuando él esté de verdad en el más allá.

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“Organicé esta ceremonia porque quería distinguir a la gente que se preocupa verdaderamente por mí y quiénes eran falsos y separarlos de mi vida”, explicó el propio Zhang en una entrevista.

CHINA RIZHAO FUNERAL OF A LIVING

Sin embargo, Deyang se llevó una sorpresa. A su particular ‘show’ acudió un nutrido grupo de vecinos de su localidad y de aldeas cercanas. Teléfono móvil en mano, nadie quiso perderse el numerito del falso muerto, que se arrastró por la tierra del cementerio representando su propio entierro.

En realidad, la preocupación del futuro difunto iba mucho más allá del simple número de asistentes al funeral. Si en España lo máximo que se hace es ir al cementerio a llevar unas flores una vez al año (si eso), la tradición en el gigante asiático pasa por visitar de forma regular la tumba del fallecido, echar un rato y quemar incienso a su lado para ‘alimentar’ su espíritu.

La boda cadáver

A los fastos funerarios de Deyang no les faltaron detalle. Además de una lápida y un ágape para los falsos dolientes, el entierro estuvo precedido de una boda con una mujer muerta: este sexagenario no parece tener esperanzas ni ganas de encontrar ahora a su media naranja y no quería irse al más allá sin haber contraído matrimonio.

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